martes, 8 de julio de 2008

Mala Anestesia


Estoy leyendo los blogs de Eiwaz, es tanta la información que ya ni sé, ni la podría repetir. Esta mujer está haciendo un ejercicio tan bello, escribiendo con palabras profunda y profusamente sanadoras, acerca del bien, el mal, lo ajeno, lo propio, el ser distinto y el ser igual. Yo viajo en sus letras por mi mundo interno y mi cuerpo lo agradece porque es sanador. Hoy me siento tan contenta porque he enderezado tantas cosas, he conectado tantos circuitos, he aprendido a transmutar veneno, a estar en mi centro, a tener la humildad de dejarme ayudar. No es tanta información nueva, aunque ella escribe precioso, es información escrita para que el que quiera conectar, trabajar con ella, lo pueda hacer. ¡Gracias Eihwaz, gracias guías que han permitido que aparezca esta forma en la energía, información, informacción. Por mi parte, mostrar mi agradecimiento tiene un modo, el único real, el mejor: estar y ser lo mejor que puedo ser, hacer lo mejor que puedo hacer, sentirme bien, sanita, plena, agarrar el hilo de mi vida, sentirme, realizarme, sentir. Brillar. Ser el sol que vine, igual que cada ser vivo, a ser.

Quiero hablar un poco del dolor. ¿Quién hace el mal? Quien no conoce el dolor, más que de forma indirecta, por corazas o por huída o por alguna enfermedad que le impidió sentir o bien (sentimientos positivos) o mal. Porque necesitamos ambos para discriminar. Quienes sólo viven lo bueno no se endurecen y se atrofian, como niños que no los dejan caminar, "para que no se caiga ni se haga daño". Otros niños, lamentablemente, tienen poca vivencia del bien porque su entorno está plagado de violencia, rabia, negación, dolor. Esto produce todas las distorsiones y la enfermedad, porque ningún ser sano causa daño más que el que su naturaleza lo obliga para defenderse o comer.

El dolor es lo que nos limita, es la señal de parar. Sin dolor no tenemos modo de reconocer que tenemos que limitarnos. Eso es lo que le ocurre a ciertos seres, su consciencia es incompleta, no se siente y no reconoce sus límites. No siente el dolor y eso les puede dar poder. Sin embargo, este dolor igual existe, incluso en ellos, pero se manifiesta de otra forma: frustración. Y miedo al mismo dolor. Estos seres buscan y buscan estar bien, sentirse bien, evitando su dolor. No es la manera. Hay que enfrentar el dolor y atravesarlo sanándolo, en sí mismo. Este trabajo aunque sea arduo, se puede hacer, y la recompensa vale la pena:

Seres malignos, vale la pena. No es un precio tan difícil reconocer en su corazón lo que realmente son, y sanarse su dolor, con cariño, un poco de luz y calor. Se recuperarán a sí mismos y empezarán a sentir (luego de un tiempo tal vez largo, eso sí) alivio, plenitud y paz. Y van a ser fuertes, porque habrán atravesado y transformado su dolor, de veritas, y tendrán la memoria y el aprendizaje de eso, conocerán la experiencia. ¡Seres malignos, vale la pena! Y como el hijo pródigo, les será incluso más fácil que a los tibios.

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